Dentro de las preguntas fundamentales que se debe hacer un autor antes de escribir una novela, la primera es la que consideramos más importante, ya que saber Qué quieres contar es la esencia del propio trabajo. Se puede narrar lo mismo de muchas maneras, en distintos ambientes, mundos y épocas, para un público más o menos adulto, o para nuevos lectores, en primera persona o en tercera, e incluso con personajes completamente distintos; pero la historia es siempre la misma. Por ejemplo, una persona ve morir a sus padres y quiere vengarse de sus asesinos. ¿Cuántas obras tienen este mismo argumento? Infinidad y lo que nos quedará todavía por leer o ver en la pequeña o la gran pantalla.

Es importante resaltar que no solo tienes que saber Qué contar, sino el motivo central de la obra o, como lo llaman algunos autores, el leitmotiv de la historia. En nuestro ejemplo anterior estaría muy clara la motivación de nuestro futuro personaje, la venganza. Un sentimiento tremendamente fuerte y un motivo muy potente para hacer lo que vaya a hacer. Pero no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes.

¿Qué es el leitmotiv?

Tenemos que remontarnos al creador del término, el señor Richard Wagner, que usó esta voz alemana, cuyo significado en nuestro idioma sería: «el tema central recurrente en una composición», y que, por extensión, puede usarse en obras literarias o cinematográficas como «el motivo central recurrente dentro de ellas». Otra definición, más extensa, lo explica de la siguiente manera: «Leitmotiv es una palabra, verso, imagen o figura literaria (sea un símbolo o una metáfora) que se repite a lo largo de una obra literaria».

Hoja de partitura
El compositor de música aleman Richard Wagner acuñó este término y lo uso en muchas de sus composiciones musicales.

Se emplea tanto en la poesía como en el teatro y la narrativa. El término es una palabra alemana que se refiere a un tema melódico recurrente en una pieza musical». En nuestro ejemplo, como ya hemos dicho en el apartado anterior, sería la venganza.

También podemos tener un tema central simple: venganza, redención o búsqueda de un objeto; o uno complejo, mezclando varios temas simples para formar un todo. Como por ejemplo en Harry Potter, donde uno de los temas es la venganza por la muerte de sus padres, otro escapar del encierro en que se encuentra y, por último, encontrarse a sí mismo como persona. Aquí J.K. Rowling maneja tres motivos distintos que hacen un todo y que van a estar presentes en toda su obra, lo que es un claro ejemplo de leitmotiv.

En definitiva, el leitmotiv es un soniquete que va a estar acompañándote durante toda la historia, al estilo La Cabalgata de las Valkirias, del que acuñó la palabra, Richard Wagner.

Cuidado con los giros originales

Curva hacía la derecha con poca visiblidad y entre árboles

¿Has oído que la originalidad está sobrevalorada? Pues dicha afirmación tiene parte de razón. Ser original es importante, pero no hasta el punto de destruir todo lo que has desarrollado hasta el momento en aras de un giro inesperado. Algo que deje estupefacto al lector, esa vuelta de tuerca por la que te recordarán y te alabarán… En la mayoría de los casos sale mal porque no se respeta la propia esencia de la obra que estás creando. Recuerda que ya hemos hablado de una idea principal y un leitmotiv. Por intentar ser original, puedes romper la coherencia de estos dos puntos que son los cimientos de la historia. Y todos sabemos qué pasa cuando se quiebran los cimientos, ¿no? Grietas en la estructura y posibilidad de derrumbe. No queremos eso, ¿verdad?

Pongamos un ejemplo, La Princesa Prometida, y un personaje, Íñigo Montoya. Para los que no lo sepáis, y siempre hablando de la versión cinematográfica de 1987, Don Íñigo, interpretado por Mandy Patikin, tiene una de las frases más recordadas del cine de finales de los ochenta: «Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir». Ahora bien, imaginemos que en el momento álgido, el bueno de Íñigo y tras haber repetido esta frase varias veces durante la película, cambia de opinión y no mata al asesino de su padre. Seguro que dejarías a más de uno con la boca abierta, pero ¿no crees que te acabas de cargar toda la motivación del personaje buscando sorprender?

Es más, imagina que Harry Potter se cansara de perseguir a Voldemort y decidiera salirse de Hogwarts para ser bibliotecario. Te aseguramos que conseguirías el efecto contrario al que buscas. Si haces esto, tus lectores te van a odiar a muerte. Aunque hay muchas otras razones para que lo hagan, no eches más leña al fuego para que sus sentimientos de aversión hacia ti no crezcan desmesuradamente. Hay que buscar todo lo contrario.

¿Y qué pasa si añado motivaciones extras?

Siempre y cuando estas nuevas motivaciones sean coherentes con la trama, perfecto. Añadir buenas ideas a otra que ya lo era es un punto a tu favor. Pero ojo, porque puede que lo que creas que es una gran trama añadida rompa lo que llevas contando desde el principio. Como hemos dicho en el párrafo anterior ser demasiado original puede ser contraproducente. Es más importante que la historia fluya siempre por un cauce lo más realista posible, a que tenga saltos alocados hacia el vacío. Tienes que aprender a descartar ideas, por maravillosas que sean. Recurriendo a la música de nuevo, todo tiene que sonar redondo, como una orquesta dirigida por un virtuoso maestro, que eres tú.

El leitmotiv es un soniquete que va estar acompañándote durante toda la historia.

Volviendo a nuestro ejemplo, y a Harry Potter, a lo largo de la primera novela, el protagonista conoce a otros magos como él y decide formar parte de un grupo. Aquí se añade otro concepto a nuestra trama principal, la amistad, que va a estar presente en el resto de la obra. Este nuevo aspecto de la historia está íntimamente relacionado con que Harry busca encontrar un hueco en el mundo y, por tanto, pertenecer a un grupo social como es la casa Gryffindor. Le viene como anillo al dedo al argumento. Como ves, una vez que vas desarrollando la idea principal, vienen otras relacionadas que encajan a la perfección con lo que queremos narrar. Son las tramas que no tienen una explicación lógica las que pueden dar al traste con la coherencia que tu novela debe tener. Intentar, a posteriori, explicarlas con algo como «porque el mundo es así», no va a quedar tampoco bien y va a restar credibilidad a la idea de la obra.

Conclusión

En este punto, ya hemos respondido a la pregunta: Qué quiero contar, de una manera bastante extensa. Ya tienes un leitmotiv simple o complejo, incluso te ronda por la mente añadir más complejidad al argumento o algún giro inesperado de los acontecimientos. Siempre teniendo cuidado, ya que lo único que tenemos es un minúsculo tallo que acaba de brotar de la tierra y no podemos maltratarlo, puesto que puede malograrse. Seguro que comienzan a asaltarte más preguntas y tu cerebro empieza a trabajar a todo máquina, pero es importante que no te precipites, solo tienes los cimientos.

Ahora hay que empezar a poner ladrillos y a construir el exterior. Para ello necesitas un bonito decorado y plantearte una nueva cuestión: ¿Dónde y Cuándo lo voy a ambientar?

Si quieres saber cómo sigue el proceso de construcción de una novela, pincha en el siguiente enlace. Segunda pregunta antes de escribir una novela: ¿Dónde y Cuándo lo voy a ambientar?

Y si tienes alguna pregunta, no dudes en escribir un comentario tanto en esta entrada como en nuestras redes sociales.


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